La Natividad,
fiesta
de la Luz en la luz
Más allá
de la parafernalia de los regalos y abundantes comidas de la fiesta de navidad,
permanecen aún dos emblemas potentes, el
Pino navideño de origen pagano y el Pesebre de origen cristiano.
El Pino navideño pagano
El pino
navideño es un símbolo de la muy antigua y rica tradición pagana. Representa la
reverencia del Ser humano hacia la
Naturaleza generada por la magnánima Gaia-Tierra, que Sofía,
la emanación de la Sabiduría aeónica del ‘eterno Núcleo de fuego galáctico’,
impregna con Sabiduría y vivifica con Su sustancia biológica.
La conciencia de Sofía
incorporada en Gaia, estaba
profundamente en consonancia con la creciente intuición humana en las culturas
pre-cristianas. Valoraban la simbiosis alma-naturaleza y, por eso, atribuían
una dimensión sagrada al Pino del Solsticio de invierno. Suscitaban la
reverencia de este Árbol como emblema sagrado de la Magna Mater Gaia, este gran
Ser vivo, maternal y generoso habitado por la Aeona Sofía y encarnando la ‘Sapiencia divina de nuestra
Tierra’, la verdadera e inspirada Ecología.
El
Pesebre de la Natividad cristiana
Desde el origen, en el
seno biológico de la Gran Madre es escondido el Verbo, Cristo, otra
emanación de la Presencia originadora morando en el ‘eterno Núcleo de Fuego
galáctico’. Para que los Seres humanos Lo conozcan, ‘el Verbo se
hizo carne’.
Por eso, los Cristianos
consideran el acontecimiento de Belén, de hace más de 2000 años, como un evento
histórico de amplitud cósmica. Lo ilustran mediante la majestuosa figuración de
los tres Magos venidos del lejano Oriente guiados por una estrella
excepcionalmente brillante.
Así
pues, cada año conmemoran
con especial fervor el nacimiento del ‘Hijo de Dios’ en ocasión del
Solsticio de invierno, al igual que, en estos días, los paganos
veneraban el evento galáctico de la
encarnación de Sofía.
Una nueva dimensión
Cuando se aprecia su
sentido profundo, ambas celebraciones provocan, por consonancia, la
abertura de nuevas dimensiones de Conciencia. Revelan la Singularidad del Ser
humano, el ‘Antropos’ (ἄνθρωπος), la
singular inmanencia divina en una forma viva, holográfica
encarnación incorporando la trascendencia divina cósmica.
Y... estas dimensiones de
Conciencia ¡no paran de crecer!! Así pues, en nuestra época, los Seres humanos están
experimentando el premonitorio sentimiento de un ‘nuevo nacimiento’.
Desde el ‘eterno Núcleo de Fuego racial’ intuyen la aparición de una
nueva dimensión del ‘Antropos’. Ha terminado el proceso de gestación
del Cristo histórico encarnado como individuo. El Cristo racial está ya
surgiendo de la matriz biológica de Gaia-Sofía. Será, coincidiendo con el
Solsticio de invierno, el nuevo tema de las celebraciones de Pascua. Será la
Fiesta mayor de la contemplación de la creciente nueva Luz, que Gaia-Sofia
ya divulga en la Raza humana. Será la
jubilosa experimentación, radiando desde dentro hacia fuera, de la aparición en
cada Ser humano de la refulgente Divinidad crística y sabia, ‘la Esperanza de Gloria’.
Por fin, el desafío sagrado
de la victoria de la Inteligencia biológica de Gaia-Sofía está realizándose.
Lo
imposible
Es cierto, vamos a ‘nacer
de nuevo’, entrar en nuevas dimensiones. Allí el Fuego consumirá las escorias
de la artificialidad y reaparecerá la autenticidad.
En esta fiesta de Navidad, más allá de las ruidosas explosiones de alegría, de la saturación de
abundantes sabores y la acumulación de
regalos efímeros, intentamos lo imposible. Tomamos un poco de distancia.
Escuchamos un momento la Voz del Silencio. Procuramos recuperar la razón
profunda y casi perdida de estas Fiestas del nuevo crecimiento de la ‘Luz en
la luz’, la nueva alba del ‘Fluido de Amor solar crístico’ animando el amanecer
de la ‘Sabiduría divina de Sofía’.
¡Felices Navidades en consonancia con Sofía y Cristo!
William
oooooooooooooooooooo00000000000000000000000000000000000000000000000
Anexo:
Ecología Sagrada
La fe en
Gaia no es una llamada a la fe en Dios. Es más bien la fe en la Especie
humana.
La fe puede ser un mal cuando sostiene creencias, que impiden a la
humanidad considerar y venerar la naturaleza e impugnan el genio innato
de nuestra especie. Si una creencia deniega la divinidad de la Tierra, la
fe puede ser el largo sufrido servidor de la violencia y volverse letal para la
supervivencia de los Seres humanos.
Afortunadamente los humanos están
protegidos por una cualidad inalienable arraigada en Gaia-Sofía. Es una
cualidad inquebrantable, que conlleva la responsabilidad de proteger la
existencia biológica, incluyendo la vida no-humana y la salvaguarda del
conjunto del mundo. Esta cualidad se llama la cardiognosis, LA
INTELIGENCIA DEL CORAZÓN.
Los guardianes de los Misterios consideraban que la cardiognosis
es el legado divino del Antropos (ἄνθρωπος), el arquetipo humano. Es,
sembrado en el seno de Gaia-Sofía, el polen floreciente que crea la
biosfera y difunde desde el ‘eterno Núcleo de Fuego’, el Pleroma (πλήρωμα),
morada de la deidad galáctica, dice la gnosis.
Ideologías religiosas, políticas
y alienígenas han sido la fuerza motriz durante la larga campaña moderna de
violencia destructiva contra la floreciente biosfera, el verdadero y único
hábitat provisto para nuestra supervivencia.
Hasta ahora nadie ha confrontado
este problema tan brillante y valientemente como los gnósticos. Aún hoy
en día, se pueden sentir las corrientes profundas de sabiduría, que nutren la
inteligencia innata del corazón, la cardiognosis. Permiten esta
resonante resistencia del tono anti-ideológico, guardado vivo en el corazón del
mensaje de la Gnosis.
Pascua era la fiesta para los precristianos de la cardiognosis
planetaria. Sacralizaban la consonancia cardíaca entre Gaia-Sofía y los Seres
humanos. Esta estimulación sagrada está resurgiendo de nuevo en nuestra época.
Podemos,
quizás, contribuir a este Renacimiento planetario de la Ecología sagrada.
William