EL
ÁNGEL SOLAR
Parte
VII
*
Finalización
del trabajo del Ángel Solar
El Ángel Solar, este miembro
prestigioso de la Quinta Jerarquía creadora, fue llamado al servicio del Hijo
del Hombre. Su tarea consiste en vincular, mediante las virtudes del Alma, la
inteligencia de la Personalidad humana con la Sabiduría de su Mónada. Supervisa la evolución mental de la persona a su
cargo. Actúa como heraldo de la Mónada humana, esta Presencia misteriosa y
radiante, que emana del Centro vital de cada Ser humano, su ‘eterno Núcleo de Fuego metafísico’.
La tarea del Ángel Solar se cumple
definitivamente, cuando la Inteligencia humana superior se encarna sin
intervención y con plenitud en la Personalidad. Esta inteligencia superior es ahora,
Ella misma, la gloriosa mensajera de la Sabiduría y del Poder espiritual de la Mónada o
‘Hijo del Hombre’.
La
Flor de Loto
Por su belleza y amplitud,
el aura humana, la forma palpable del Cuerpo Causal, evidencia el nivel de
desarrollo del Ser humano. Esta hermosura sugiere que, con la ayuda de su Ángel
Solar, el Ser humano está construyendo el puente, el ‘Antakarana’. Pone
paulatinamente la consciencia superior de la Tríada espiritual humana en
comunicación directa con la conciencia relativa de la personalidad, regente de
la triplicidad física humana. El brillo del Cuerpo Causal aumenta. Provoca, dentro
de la esfera ovoidea del Cuerpo Causal, la ascensión de las partículas de pura
Luz y Amor. Poco a poco se forma una corona multicolor y luminosa en su parte
superior. Se asemeja a un cáliz de oro flamígero o a una flor de Loto incandescente.
Nos dice el Maestro D.K.: “es una cosa de rara belleza, palpitando de
vida y radiante con todos los colores del arco iris”.
Esta Flor de Loto simbólica
posee 12 pétalos dispuestos en 4 hileras concéntricas de 3 pétalos. Los 3 pétalos
más exteriores se conocen como ‘los pétalos del Conocimiento’. Los 3
de la hilera siguiente son vistos como ‘los pétalos de la energía vital de Amor’. Los 3 de la hilera aún más interior se
conocen como ‘los pétalos del Poder espiritual’. La hilera de los 3 pétalos centrales
son más lumínicos. Reflejan la divinidad de la Presencia monádica. Arropan y
esconden por su luminosidad ‘la Joya en el loto’. Esta última,
dice la Tradición inmemorial, es el portal de entrada del Ángel Solar.
Inicialmente, los pétalos
del Loto están todos cerrados. Forman el capullo de la ‘Esperanza de Gloria’. A
medida que la Personalidad se desarrolla, los pétalos se empiezan a abrir. Revelan
poco a poco la belleza y por fin el resplandor de la Joya.
El Maestro tibetano explica
que la abertura de la segunda hilera es particularmente importante. Cuando ésta exhala su perfume, es otra corriente de energía que emana. Expresa la Vida
amorosa de la existencia. Constituye la virtud creadora innata de la facultad
mental humana. Da la clave, posibilitando al Ser humano a imaginar y contemplar la
naturaleza divinamente noble de su Ángel Solar.
La
destrucción del Cuerpo Causal
Cuando el Ser humano ha
completado la cuarta iniciación, se realiza la transferencia de la
responsabilidad del Ángel Solar al Alma humana. El Cuerpo Causal ha cumplido su
propósito y se auto destruye. El Ángel Solar se aleja. La existencia del Ser
humano asciende triunfalmente al seno de su ‘Padre en los cielos’. El Hijo del Hombre, dice la Tradición
inmemorial, vive ahora la Vida pura del ‘eterno
Núcleo de Fuego metafísico’, su Divinidad, el ‘Adi’, manifestándose a través del átomo inmaterial de la ´Mónada humana’, Individualidad inextensa
e indivisible, perfectamente auto consciente.
En el Antiguo Testamento, la
destrucción del Cuerpo Causal es simbolizado por la destrucción del Templo de
Salomón, del cual se había retirado la Presencia divina.
El Maestro D.K., el tibetano,
explica: “Esta estructura, que el conocimiento ha construido (el Cuerpo Causal o
el Templo de Salomón) es destruida por el Fuego consumidor. Este Fuego
consume la suntuosa prisión, que el Ser
humano ha erigido durante muchas encarnaciones, liberando la Luz divina interna.”
Con la retirada del Ángel Solar,
el Ser humano se empodera. Eleva su Alma y se identifica con la ‘Presencia’ de su propia Mónada. Descubre
este aspecto de Sí mismo, que emana de Lo que la Tradición inmemorial llama a
menudo ‘el Padre en los Cielos’. Es
cara a cara con ‘el Fuego’ de su purísima Esencia espiritual en Su plano
vibracional más elevado. Este Fuego divino consume su Alma. El Hijo del Hombre
se ve sublime, plenamente liberado.
Hablando del iniciado, el
Maestro D.K. explica:
“El Ángel Solar, con quien estaba en contacto, se retira. La forma con la cual actuaba, el Cuerpo Causal o egoico, desaparece. Solo se queda el Amor-Sabiduría y la Voluntad dinámica, que es la característica principal del Espíritu. El yo inferior sirvió para los propósitos del Yo superior y fue descartado. De igual modo, el Yo superior sirvió a los designios de la Mónada y ya no hace falta. El iniciado se ve libre de ambos, plenamente liberado. Es capaz de entrar en contacto con su Mónada, así como anteriormente aprendió a entrar en contacto con el Yo superior.”
I Am - Jaison Cianelli |
El
Yo superior
La parte, que más pone a
prueba nuestra comprensión, es la afirmación de que el Ángel Solar es el ‘el Yo
superior’ del Ser humano y, además, su Luz y su Alma. El Ser humano
puede afirmar: ‘yo soy el Ángel Solar’.
No se trata de una entidad distinta, que lo influencia desde fuera. Nuestro Ángel Solar es otro Cristo. Tan íntimo
como el Cristo, que revelaba ser el Maestro Jesús.
Los grandes Devas solares
son el súmmum de la inteligencia controladora del plano frecuencial mental humano. Produjeron en el Ser
humano el ‘manu’, la facultad de pensar creativamente.
Posibilitaba el ‘entrar en existencia’ de la INDIVIDUALIDAD singular del Ego
espiritual, el verdadero Yo. La Personalidad es solo una máscara externa. Se
define como el ‘yo inferior’ o el ‘pequeño yo’. No se puede hablar de Seres
humanos, en tanto que los Ángeles Solares no implantaron y activaron ‘manas’,
nuestra sustancia mental de frecuencia superior.
La
Mónada humana
¿Pero cuál es la identidad de
esta Individualidad singular, este Ego espiritual, este Yo superior? Para
responder a esta pregunta, tenemos que tener claro quién está haciendo la
pregunta. Para la mayoría de nosotros, el foco de nuestra conciencia se
encuentra todavía en la Personalidad o el ‘pequeño yo’ de naturaleza perecedera.
Es nuestra conciencia de la no permanencia y, al mismo tiempo, del deseo
obsesivo de inmortalidad. Nos motiva a buscar esta identidad interior que, nos
enseña la Tradición inmemorial, ‘nunca ha nacido y nunca morirá’.
En la primera fase de esta
búsqueda, nos aferramos en identificarnos con el Alma o el Ángel Solar. En la
fase siguiente, buscamos, más allá del Alma, e intentamos experimentar
meditativamente esta misteriosa ‘Presencia interior’, con la cual ahora
intentamos identificarnos. Es nuestra Mónada. El Antiguo Comentario la define
siendo ‘un Ser vivo individual, inextenso, indivisible, cuya esencia es un
átomo inmaterial auto consciente, que posee un eterno núcleo de Fuego
metafísico’. En esta fase
descubrimos con admiración, que esta Mónada es nuestra Identidad divina. Constituye nuestra Esencia espiritual, lo que ‘YO SOY’.
El
Nacimiento del Alma
Durante la primera
iniciación del Ser humano, el Alma adquiere forma definitiva y permanente. Es
la iniciación del ‘nacimiento’. Es el momento, en el cual el Cristo interior emplea
por primera vez el Cetro de la
iniciación. Suscita la aparición mágica del Alma humana. Como un niño recién
nacido, necesita ser sustentada. Como una madre, el Ángel Solar concentra
toda su atención en esta Alma recién nacida. La joven Alma humana adquiere poco
a poco la capacidad de realizar una vida más autónoma. Le posibilita cumplir
con Su destino: ‘manifestar la divinidad del Padre’. La tarea del Ángel Solar se
desarrolla felizmente. El Alma joven se funde cada vez más con la conciencia
del Ángel Solar. Durante largo tiempo son uno, un ente único. Es una fusión
íntima. Supera las diferencias de origen. Permite que la Personalidad, ungida
por la clara Luz angélica, comprenda y experimente el sentido profundo de su realidad. Puede
exclamar encantado: “Yo soy el Ángel
Solar, mi Yo verdadero, mi Luz, mi Alma”.
Sin embargo, esta unión
mística no es eterna. A su debido tiempo, el Alma humana adulta se quedará sola
para cumplir su misión monádica y el Ángel Solar seguirá su propia evolución
superior.
Una
presencia mucho tiempo encubierta
Puede que haya habido un
intento deliberado de parte de la
Jerarquía espiritual para frenar la consciencia de la existencia del Ángel Solar.
Hubiera sido para evitar una interpretación errónea creando un separatismo interior.
La existencia del Ángel Solar se reconoció en occidente hace más de 500 años.
Sin embargo, esta información estaba celosamente guardada. Hoy en día, emerge
una imagen coherente y clara del Ángel Solar así como Su relación íntima con el
Alma y la Personalidad.
Cada Ángel Solar cuida de un
Ser humano y contribuye a acelerar su desarrollo. Su tarea es específica. Consiste en ayudar a la Presencia monádica
humana a expresarse a través de ‘manas’, una mente superior capaz de ilustrar
la Personalidad. El Ángel Solar es el principio medio, que une la Mónada con el
yo inferior. Se Le encargó nutrir el Alma humana desde su estado embrionario
hasta la autonomía completa. El Alma humana expandiendo Su conciencia incita a
la Personalidad a integrarse. Se realizará por el diálogo invocatorio con el
Ángel Solar y la construcción del ‘antakarana’.
Cuando
el Ángel Solar se marcha…
El Ángel Solar conserva con
constancia las características de su propia identidad a lo largo de su
prolífera y extensa asociación con el Ser humano. Eso no lo impide compartir
generosamente su energía creativa, su vitalidad y consciencia con un grado de
intimidad más allá de nuestra comprensión. Cuando la unión con el Ser humano
parece completada, el Ángel Solar marcha. Se ha cumplido Su compromiso.
Esto se realiza durante la
cuarta iniciación humana. Es el momento más radical de la línea evolutiva del Ser
humano. Supone el sacrificio esotérico de la naturaleza inferior y la pérdida
dolorosa de la asistencia del Ángel Solar.
Este abandono del Ángel Solar, Jesús, el
nazareno, ‘el Hijo del Hombre’, lo vivió intensamente. Aún atado en la
materialidad simbolizada por la cruz, realizó plenamente la magnificencia de Su
inteligencia crística. Sintió con claridad el alejamiento de Su Ángel Solar.
Rindió Su Alma y gritó:
“Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has abandonado?”.
William
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